Séquense las lágrimas, pobres y condenados: anímense esclavos y tumben el sistema de latrocinio.
Hace 130 años, en 1884, las
incipientes organizaciones sindicales de los Estados Unidos dictaron una
resolución en la que se establecía el uno de mayo de 1886 como fecha de
convocatoria de una huelga general en reivindicación de la jornada
laboral de ocho horas. En aquella época los horarios laborales no
bajaban de 10 horas diarias y en la mayoría de los casos llegaban a las
catorce. En 1885 los trabajadores recibieron una pequeña octavilla
elaborada por los sindicatos reivindicando la jornada laboral de ocho
horas cuyo contenido era el siguiente:
incipientes organizaciones sindicales de los Estados Unidos dictaron una
resolución en la que se establecía el uno de mayo de 1886 como fecha de
convocatoria de una huelga general en reivindicación de la jornada
laboral de ocho horas. En aquella época los horarios laborales no
bajaban de 10 horas diarias y en la mayoría de los casos llegaban a las
catorce. En 1885 los trabajadores recibieron una pequeña octavilla
elaborada por los sindicatos reivindicando la jornada laboral de ocho
horas cuyo contenido era el siguiente:
¡Un día de rebelión, no de descanso! (...) Un día en que
con tremenda fuerza la unidad del ejército de los trabajadores se
moviliza contra los que hoy dominan el destino de los pueblos de toda
nación. Un día de protesta contra la opresión y la tiranía, contra la
ignorancia y la guerra de todo tipo. Un día en que comenzar a disfrutar
ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas para lo que
nos dé la gana".
El primero de mayo de 1886 se inició una
huelga general que paralizó a la mayoría de las fabricas del país. Las
marchas obreras, las manifestaciones y los mítines fueron brutalmente
reprimidos por la policía y el ejercito, las cárceles se llenaron de
trabajadores, los obreros muertos se contaron por centenares y los
heridos por millares. Un periódico de Chicago llama a la lucha armada
para defenderse de la opresión del estado:
huelga general que paralizó a la mayoría de las fabricas del país. Las
marchas obreras, las manifestaciones y los mítines fueron brutalmente
reprimidos por la policía y el ejercito, las cárceles se llenaron de
trabajadores, los obreros muertos se contaron por centenares y los
heridos por millares. Un periódico de Chicago llama a la lucha armada
para defenderse de la opresión del estado:
"La sangre se ha vertido. Ocurrió lo que tenía que
ocurrir. La milicia no ha estado entrenándose en vano. A lo largo de la
historia el origen de la propiedad privada ha sido la violencia. La
guerra de clases ha llegado... En la pobre choza, mujeres y niños
cubiertos de retazos lloran por marido y padre. En el palacio hacen
brindis, con copas llenas de vino costoso, por la felicidad de los
bandidos sangrientos del orden público. Séquense las lágrimas, pobres y
condenados: anímense esclavos y tumben el sistema de latrocinio."
Los sindicatos desechan la idea del
enfrentamiento armado, todo Chicago está ya en huelga. El Gobierno
declara la ley marcial, los líderes sindicales son encarcelados y
acusados de haber lanzado una bomba contra la policía. Se les “montó” un
juicio amañado, donde el Fiscal declaró:
enfrentamiento armado, todo Chicago está ya en huelga. El Gobierno
declara la ley marcial, los líderes sindicales son encarcelados y
acusados de haber lanzado una bomba contra la policía. Se les “montó” un
juicio amañado, donde el Fiscal declaró:
"La ley está en juicio. La anarquía está en juicio. El
gran jurado ha escogido y acusado a estos hombres porque fueron los
líderes. No son más culpables que los miles que los siguieron. Señores
del jurado, condenen a estos hombres, denles un castigo ejemplar,
ahórquenlos y salven nuestras instituciones, nuestra sociedad"
Cuatro fueron ahorcados y el resto
condenados a prisión. Quien arrojó la bomba aún esta por identificar,
los sindicalistas condenados a muerte tuvieron ocasión de hablar, así
August Spies declaró:
condenados a prisión. Quien arrojó la bomba aún esta por identificar,
los sindicalistas condenados a muerte tuvieron ocasión de hablar, así
August Spies declaró:
"Hemos explicado al pueblo sus condiciones y relaciones
sociales. Hemos dicho que el sistema del salario, como forma específica
del desenvolvimiento social, habría de dejar paso, por necesidad lógica,
a formas más elevadas de civilización. Al dirigirme a este tribunal lo
hago como representante de una clase enfrente de los de otra clase
enemiga. Podéis sentenciarme, pero al menos que se sepa que en Illinois
ocho hombres fueron sentenciados a muerte por creer en un bienestar
futuro, por no perder la fe en el último triunfo de la Libertad y la
Justicia», para terminar diciendo: «¡Mi defensa es vuestra acusación!
Las causas de mis supuestos crímenes: ¡vuestra historia! (...) Ya he
expuesto mis ideas. Constituyen parte de mí mismo y si pensáis que
habréis de aniquilar estas ideas, que día a día ganan más y más terreno,
(...) si una vez más ustedes imponen la pena de muerte por atreverse a
decir la verdad y los reto a mostrarnos cuándo hemos mentido digo, si la
muerte es la pena por declarar la verdad, pues pagaré con orgullo y
desafío el alto precio! ¡Llamen al verdugo!"
Albert Parsons se dirigía así al Tribunal:
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